La horizontalidad del paisaje de Tierra de Campos se ve a menudo interrumpida por pequeños oteros o elevaciones del terreno que sirven como emplazamientos ideales para el asentamiento de la población. En su origen, sin duda, había una misión defensiva, ya que permitía controlar la llanura.
En contraste con ese paisaje horizontal los núcleos de población aparecen como un conjunto de cubiertas inclinadas en torno a un castillo o iglesia. La vivienda se sitúa en una de estas poblaciones típicas, en una parcela que permite vistas sobre el territorio.
Desde el principio entendimos que el proyecto debía conjugar estas dos ideas. Por un lado necesitaba integrarse en el conjunto de cubiertas inclinadas y por el otro debía ser capaz de introducir ese paisaje infinito en el interior de la vivienda.