La zona a doble altura en la que se sitúa el foso mantiene su rol de foco en el que confluyen los ritos principales de la actividad que acoge el edificio en su espacio interior. Alrededor del foso, se juega a levantar el suelo, creando un graderío de formas orgánicas que lo abraza y servirá tanto para los espectadores como para la misma práctica de actividades deportivas.Una celosía de lamas sobre el graderío, separada y paralela al muro del altar, ofrecerá una visión nueva de este, que irá pintado con un grafiti adecuado al nuevo uso, produciendo una visión dinámica de la obra y acercando la luz al foso.
Tras el graderío y la celosía, se genera un deambulatorio que actuará de colchón entre la zona deportiva y los usos más privados vinculados a ella, escondiendo circulaciones y visuales indeseadas.
Esta misma celosía nacida del graderío ascenderá y acotará el espacio superior, a partir de una directriz con pliegues, creando un nuevo techo de formas ondulantes que enfatizan la profundidad y que esconden las instalaciones que irán situadas bajo la cubierta. La iluminación artificial del espacio superior se logrará mediante puntos de luz de pequeño tamaño que crearán una red flotante por debajo del falso techo de lamas.
En cuanto a la imagen exterior del volumen, se busca mantener el carácter original de la construcción. Por ello, los nuevos volúmenes que han de añadirse lo hacen como prolongación del cuerpo bajo de la sacristía, completando la silueta en planta de los dientes de sierra y consiguiendo, además, una integración óptima de la nueva arquitectura en la preexistente y una imagen más unitaria del conjunto.